miércoles, 3 de noviembre de 2010

Fallas en el guión


Caminaba hacia el altar con una gran sonrisa, Rosie le dijo después que nunca había visto a una novia más feliz. Le gustaban sus cejas y su nariz, y ahora estaba allí, con su frac y en el ojal una flor de novio, toda la iglesia olía a flores, no miró a los lados, eso estaba reservado para la salida. Cuando el sacerdote los declaró marido y mujer ella fue quien lo acercó y le dio un beso en la boca.
Valentina tenia una increíble capacidad de novelar su vida, su intención no era mentir, ni siquiera a ella misma, era sólo que le gustaba que todo tuviera un tinte especial, el tinte que trae la vida cuando eres feliz. Aunque no siempre fue feliz, después de los años prefería no hacer las sumas y restas: suma la luna de miel en las bahamas, resta meses enteros de soledad por un entrenamiento que él se inventó y que a ella le sonaba a escapada, suma el nacimiento de los mellos, resta el llanto porque él no entendía que necesitaba más que la compañía de los bebes, que sus idas a jugar con los amigos la deprimían, suma el terminar la carrera universitaria, resta la infidelidad descubierta, suma la reconciliación en las Islas, resta su mirada de odio, resta los silencios, resta su espalda, resta el dolor en el pecho, el nudo en la garganta, suma la sonrisa de los mellos, resta las noches esperándolo....
Las instrucciones que recibió de su mamá fueron llegar al club cuando todos los invitados ya estuvieran allí, los novios entran los últimos, ese era el protocolo, entonces se bajaron a tomar una soda, y voltearon un poco en el carro, y comenzaron a tomar champaña, el mundo era perfecto, la vida era tan fácil. Al terminar la fiesta y cuando se dirigían al hotel se rieron por el gato negro que se cruzó en el camino, lo único que había que hacer era retroceder, cuantos pasos? Como si fuera tan fácil, como si los griegos no le hubieran advertido que el destino no se deja engañar, pero ella había empacado a los griegos, no quería leer más nada, sólo vivir, sin tragedias.
El dolor en el pecho, la sensación de que la garganta se le cerraba, mirarlo como si fuera otro, no el que ella conoció, no el que la pintaba con los ojos, el que bajaba la voz para hablarle sólo a ella. Y a pesar de presentir que ya no era sólo a ella, seguía ahí, vagando en ese lugar que construyeron juntos, perdiéndose horas enteras en el detalle de un mueble hace poco instalado. Esa incapacidad de moverse la asustaba. Tal vez hoy sea capaz de pensar en una vida distinta, de recuperar la cordura, de volver a los abandonados libros, a los huidizos amigos. A veces quisiera leer a través de los ojos de los demás, saber si también se sienten tan vacíos, tan decepcionados, tan tristes, o sólo te pasa a ti Valentina?
Esa noche quiso saber, llegaron de la fiesta y Gerardo le dijo que iba al baño mientras ella se desvestía, pero esta vez no siguió su juego, esperó vestida a que él saliera y cuando lo oyó en la puerta diciendo (como la última vez, que poco creativo) que iba a comprar cigarrillos, le dijo que lo acompañaba; su cuerpo se dividía, el corazón se podía oír en todo el edificio pero también tenía unas ganas de reírse viendo su cara de sorpresa. Y comenzó la seducción, y lo llevó al cuarto, y le quitó la ropa, y se quitó la de ella, y se aprovechó de su mente confusa después de tanto whiskie y le pidió que le contara qué hacía cuando se iba tan tarde en la noche, se veía con otra? Le dijo que eso la excitaba, que quería detalles...y Gerardo le contó, le habló de Esther, lo volvía loco, pero ya no quería verlo, y él no aceptaba no verla más, aunque por supuesto tú Valentina eres lo más importante, y se quedó dormido hablando, y ella se vistió, y empacó, y supo que iba a llorar, que después de la rabia extrañaría pasar su mano por la espalda de él, abrazarlo sin palabras al despertarse, desayunar juntos sin abrir los ojos.